Campanillas y Sils, los pilares históricos de la CERX

Publicado el 25/03/2022
CERX Loterías


Toda disciplina automovilística tiene una historia que contar. Sea de mayor o menor envergadura, las andanzas y aventuras de sus protagonistas a lo largo de los años son las piezas que sustentan, en gran parte, su propio contexto. En nuestro país, el rallycross ha carecido, durante demasiado tiempo, de un semillero con el que sembrar su propia historia. Pero, sí tenemos dos de esas piezas fundamentales, que aunque ya no existen, su legado ha llegado a nuestros días en forma de fotografías y testimonios de quienes lo vivieron.

El rallycross llegó a nuestro país de una manera muy natural y algo antes de lo que la sabiduría popular durante años dio por cierto. Fue un empresario sueco, Hans Göran Sundberg, quien vio la posibilidad de traer desde su país aquellas carreras de coches que estaban maravillando a sus compatriotas. Afincado en Marbella, se hizo con unos terrenos cerca del barrio malagueño de Campanillas y comenzó la construcción de lo que se llamó Circuito Automovilístico Costa del Sol.

Sundberg, con amigos de cierto poder adquisitivo entre sus allegados, impulsó una disciplina que en España no se había visto, aunque sí tenía cierta repercusión la que después se popularizó como Autocross, con el Pop Cross como mayor estandarte. Estas carreras habían generado la existencia de un cierto parque móvil en España, que sumado al que proliferaba como consecuencia de los rallyes, permitió formar las suficientes parrillas como para que en el trazado de Campanillas se celebraran varios trofeos de Rallycross en 1974 y 1975.



Sin embargo, los costes de la pista, de su construcción y mantenimiento, así como la necesidad de buscar planes alternativos para su viabilidad económica, forzaron su decadencia y la disciplina cayó, prácticamente en el olvido. O, más bien, en una pausa temporal, porque el Pop Cross estaba experimentando un auge increíble, ayudado también por los bajos costes para competir, para mantener los circuitos y el apoyo de Citroën con sus siempre eternos 2CV.

Es de esta categoría de la que emanó una idea. La que lo cambió todo y convirtió a Paco Gutiérrez en el “hombre del rallycross” dentro de nuestras fronteras. Como responsable de la mítica Escuderia Girona, propuso la adaptación del Circuit de Sils, trazado previsto para la práctica del autocross, para poder albergar carreras de rallycross. Se añadieron varios tramos de asfalto y una recta principal propia y la idea se convirtió en realidad. Después de una primera prueba en 1986, el Campeonato de Europa de Rallycross visitó España durante tres temporadas consecutivas, en 1987, 1988 y 1989.

En esos años, la pasión por esta especialidad automovilística creció de manera imparable, con los aficionados llenando las gradas de las instalaciones de Sils. Los mejores pilotos del mundo de rallycross con las máquinas más potentes, heredadas de los legendarios Grupo B, prohibidos en el mundial de rallyes, se dieron cita en el circuito catalán, creando una atmósfera que pocos eventos habían conseguido crear en España. De alguna forma, se popularizó el rallycross y todo parecía indicar que la semilla se había plantado exitosamente.



Pero nada más lejos de la realidad. Diversos problemas y discrepancias llevaron a la espantada del Campeonato de Europa, consiguiendo salvar la edición de 1989 pero alejando al certamen lejos de nuestras fronteras. Este hecho, marcó irremediablemente al Circuit de Sils, dejándole sin su principal evento y justificación.

El trazado perdió al rallycross y con él, nuestro país se quedó sin su gran oportunidad. Hubieron de pasar muchos años hasta que el rallycross regresara a España. Años en los que hubieron intentos pero ninguna concreción. Aunque, eso, es una historia para contar otro día...